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España en el diván

Revolución

Revolución
Nos han convencido, doctorcito, de que ya hemos muerto, de que este es el único camino y de que con este ruidito nos hemos de ir conformando. Es como un beso y un consuelo que nos ayuda a conservar el sentido común. Le juro que aún podemos rebelarnos, que nadie nos impide que pasemos  un paño empapado en alcohol por nuestra sesera. Me agarró la alergia a quién se envía a la horca sumisamente, renunciando a crear una penumbra en el pasillo. Sigilosamente hay ya en marcha una revolución lenta de hombres y mujeres indómitos que saben que ahora el cambio se hace de uno en uno, haciendo apostasía del pensamiento simple, inventando lámparas violetas y diálogos memorables. El juego no está jugado. Apenas hemos desembarcado y empezamos a frotarnos las manos, errando vagamente por el aura del sueño. Tenemos la certeza infantil de estar en lo esencial, en lo que va a durar porque no existe la muerte. Las palabras comienzan a despertar fragancias, olores y colores rotundos que encienden a las fieras. Y es sólo el principio.

2 comentarios

Piltra -

Ojalá este fuera un mundo de gente más sensible.

El rey -

Pues yo no veo que se mueva ni una hoja, la verdad.