El alto al fuego de ETA
Hoy me arrodillo ante mis muertos. Los que no vacilaron en defender mi honra sólo merecen mi amor y mis palabras, que todavía es consuelo en las desgracias hallar quien se duela con ellas. Palpo el coleto que tantas veces recogí del suelo hecho pedazos y que otras tantas rehice apretando los dientes. La serpiente pasa con tanta ligereza y desnudez que me fatiga perseguirla hasta su nido, aun conociendo que allí hallará la muerte que despejará los días y las madrugadas y pondrá vida y alma a los ojos míos. No me pesa ya el enojo ni el rencor, pero sí la justicia y el buen entendimiento, que no me perdonaría dejar de alejar la amenaza de mis hijos. Bien sé, porque soy vieja, que los reinos, las ciudades y los caminos de tierra y mar están muchas veces sujetos a esta confusión de sangre y cabezas cortadas. Ni saco mi espada ni la envaino, pero conozco de sobra que los enemigos no se apartan si no se les mira de frente.
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Perla -
Pacón -
Veobesillo -