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España en el diván

Hacienda

Hacienda Tan pequeña es mi hacienda, que ni caben los fantasmas, estén estos vivos o muertos, que una sóla manta se solaza en el jergón y, aunque quisiera, no podría recoger a nadie. No digo que pase hambre, pero a mi señor ahora le parece finísimo tenernos en jaulas tan delgadas que en toda ella apenas cabe un lavabo. Así es que ando descalza para que no ocupen los zapatos, y me recojo los cabellos en una fanega porque, si la dejase suelta, media melena se arrojaría por la ventana y temo que se mate. Sin espacio ni vidrio en la cama, huelo los restos de la ensalada, y evoco el aliento suave y aromático del aire de Arabia. Cuando alguna vez me visita un querido, acabamos tropezados y con dolor de costillas. Tanto es el quebranto, que para holgarme me pongo en mitad de la manta y cuelgo mis brazos de la lámpara del techo. Viéndome subir y bajar como una voladora, mi amante guarda su licor y devuelve risas, que desta usanza no hay quien pruebe a subir un caballo a las bardas.

2 comentarios

Steve -

Esta generacion está condenada a ser más pobre que la anterior.

Pravda -

Eso es lo que hay: minipisos y sueldos bajos. Y a veces ni eso.