Más de mil inmigrantes muertos entre Mauritania y Canarias
Los sueños se interrumpen con hambre y con fatiga imperiosa, idéntica a la de ayer y a la de anteayer. Sólo hay polvo en la choza. Ni rastro de humedad ni de pájaros. La fiebre no trae milagros ni gracia, descarga su presencia sólida, enferma y oscura. Luego, sentados junto al mar, parecen un cortejo de muertos fugitivos y tristes, ahogados aun antes de caer al agua, transparentes cuerpos juveniles que desafían a la vida y creen rozar la luz con la punta de los dedos. La cola de una sirena hace su viejo trabajo con implacable certeza. Abraza a los nómadas con el veneno del fondo del océano y les nombra reyes y reinas de su imperio descolorido de piedras diminutas.
1 comentario
Sara -