Botellones
Mil y cien zagales se juntaron en las calles con brío y gallardos pareceres. Reunieron bolsas y botellas y comenzaron a beber y a danzar sin artificio con sones que no eran de gaitas zamoranas, sino más bien de tambores muy bien dispuestos. Había allí vestidos de colores poco labrados, de paño basto y recio; pero también hallé a las ninfas del Dios Cupido y a los querubines de Baco, que cargaban en sus espaldas pergaminos y guirnaldas con nombres y títulos para repartirlos allí mismo. Tengo para mí que casi todos estos hidalgos y doncellas no era gente ociosa, como dicen los maledicentes, sino universitarios, letrados de mucho magín y casta que andaban probando algún encantamiento por ver si era luego útil a la ciencia médica. Seguro que los ríos de orín y los toneles de vómitos purulentos, entre los que se revolvieron a su sabor, tienen propiedades de emplasto para curar los vagidos de cabeza o las indigestiones de estómago. Sus discusiones, entre desaforadas voces y ruidos de mayor grado, eran gritos de sabios y no de necios. Estos son mis buenos estudiantes, los que no hallan fatiga en su eminencia y, aun desfallecidos por las inclemencias que trae la noche, se mantienen en pie buscando en aquellas espesas adherencias remedios para sanar todos nuestros males.
5 comentarios
Veobesillo -
white -
Marta -
Óscar -
LeeTamargo -
SALUDANDO: LeeTamargo.-