
El fantasma que inventamos en nuestra juventud siempre acaba regresando. El azar tiene una tabla de valores a la que le gusta establecer una pendencia entre lo que somos y lo que soñamos ser, y un puñal invisible aguarda que demos la estocada que dejamos pendiente en nuestros juegos infantiles. El horror acecha una circunstancia propicia, anhela encontrarnos distraídos para convertirnos en demonios, para que ejecutemos la pesadilla.
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Chimo -