¿Fin del imperio occidental?
Estamos asistiendo a uno de los mayores movimientos económicos políticos y sociales de la historia. El peso de la economía mundial se traslada de Estados Unidos y Europa a China, India y a los países del Golfo Pérsico. Arabia Saudí, Bahréin, EAU, Kuwait, Omán y Qatar controlan más de 83 mil millones de dólares en activos de las mayores empresas mundiales, lo que suma el 48,8% del volumen total de sus negocios; mientras India y China suman participaciones de 55 mil millones de dólares.
Los elevados precios del petróleo conceden cada vez mayor poder a las monarquías petroleras árabes, mientras China e India, gracias al éxito de su mercado exterior compran compañías del sector industrial y de comunicaciones, obras de infraestructura y establecimientos comerciales. Se trata de una reestructuración de la economía mundial ante la que hay poco que hacer, ya que una de las claves fundamentales es que el mercado de trabajo en aquéllos países está absolutamente desregulado, con salarios de miseria y jornadas mínimas de 12 horas diarias.
Así las cosas, la Unión Europea urge a que se autoricen jornadas laborales de 65 horas. Competir compartiendo sus condiciones de esclavitud no es la mejor solución. Probablemente sería más conveniente obligar a aquéllos países a jugar con las mismas reglas que los nuestros en la medida en la que les autorizamos a vendernos sus productos. El problema es que a las multinacionales europeas y norteamericanas les interesan los mercados abiertos que les permiten vender libremente en un mercado global. Y contra la lógica del dinero no valen un colín los intereses de los de abajo.
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TOCAYO -
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