Borrachos
¡Válame Dios! que parecen mis hijitos más amigos de viñas que de industria, que quieren restar cárcel a los villanos, a los desuellacaras que sobresaltaron con sangre y murmuraron con la misma voz del diablo, rompiendo de todo punto las reglas de caballería. No soy yo amiga de saber de vidas ajenas, pero es de vulgo dar premios a quien pasó su vida en malas venturas, y estos no han de esperar sino coces y manteamientos y el encierro de sus corazones como si fuesen mudos. Es lo menos, que ya no espero reducirlos a mejor vida, que vencí hace tiempo a las voces estremadas. Ese mazo de barbas grande, ese verdugo desaforado que degolló a menesterosos, a buenos y leales vasallos, a mí me dejó una buena cicatriz en mitad del espinazo. Qué si ahora esos no mueven pestaña es sólo por fingimiento, que las entrañas tiene roída la bestia y se muere por la venganza. No pido más riña, pero sí que sigan bajo las siete llaves de la fortaleza, cubiertos de sus deshonestidades y vilezas hasta que recuperen el buen entendimiento.
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