Ayala cumple cien años

Cien candelillas de cera, cien retablos resplandecientes para Francisco Ayala, el más joven de mis escritores. Hoy soplo con él mis visiones borrosas, me despojo de mis malos días y de mis malas noches y me hinco de rodillas, que no tuve muchos hijos con tanta afición y gusto por ser curiosos, y con bastante lucidez para serlo. Los libros que compuso bien le valen un ducado, que no falta en ellos entendimiento y mérito en prosa y en pensamiento, hazañas estas que mis hijos raramente recompensan y a las que suelen reservar meras melancolías en los picos de las lenguas. No te detengas Ayala, que ya ves que yo soy más vieja y sigo buscando aventuras entre renglones, una veces callada y otras dando voces, que este oficio de escribir se ha viciado con pompas y boatos y son necesarísimos los discretos bien ordenados.
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